II. Casida del llanto

He cerrado mi balcón
porque no quiero oír el llanto
pero por detrás de los muros
no se oye otra cosa que el llanto.

Hay muy pocos ángeles que canten.
Hay muy pocos perros que ladren.
Mil violines caben en la palma de la mano.
Pero el llanto es perro inmenso
el llanto es un ángel inmenso
el llanto es un violín inmenso.
Las lágrimas amordazan al viento
y no se oye otra cosa que el llanto.

Tema

La inevitabilidad de sentir el dolor ajeno.

Versos 1-2

He cerrado mi balcón
porque no quiero oír el llanto

El poeta se encierra al cobijo de su habitación, intentando aislarse del dolor del mundo.

Versos 3-4

pero por detrás de los muros
no se oye otra cosa que el llanto.

Sin embargo, los muros y maderas de su balcón no consiguen frenar la fuerza del sonido que el destino genera en los inocentes, de manera que el esfuerzo de aislarse es infructuoso y no puede dejar de oír el llanto de los sufrientes.

Versos 5-7

Hay muy pocos ángeles que canten.
Hay muy pocos perros que ladren.
Mil violines caben en la palma de la mano.

Al poeta le quedan pocas cosas:

  • Que le alegren la vida («ángeles que canten»).
  • Que lo molesten («perros que ladren»).
  • Que lo animen («mil violines caben en la palma de la mano»).

Versos 8-10

Pero el llanto es perro inmenso
el llanto es un ángel inmenso
el llanto es un violín inmenso.

Pero el llanto de los inocentes destruye cualquier alegría o molestia que el poeta pueda sentir.

Versos 11-12

Las lágrimas amordazan al viento
y no se oye otra cosa que el llanto.

El llanto se impone incluso al viento, y es imposible silenciarlo cuando nos alcanza.

Interpretación

No podemos evitar sentir dolor por el sufrimiento de los otros. Este dolor ajeno nos alcanza por mucho que queramos evitarlo, evita que podamos evadirnos en cualquier actividad que nos pudiera aliviar.